sábado, 28 de agosto de 2010

Habitáculo

La casa es inmensa.
La soledad tiene voz de eco, no importa lo que yo digo, la respuesta siempre es igual. Muda lágrima.
Corro sin las piernas tropezando con todos los ornamentos que narran un pasado eterno en mi historia.
Te busco. Todas las paredes están forradas con pinturas de lo que fuimos. Todas las paredes están forradas con pinturas de lo que nunca seremos.
Atravieso una puerta. La habitación esta llena de colores, es alegre y tibia, me siento a gusto. Paso horas saltando en la cama.
El tiempo pasa y la pieza pierde su color. En un segundo se transforma en una muerte.
Escapo y desangro mis dedos abriendo la próxima puerta. Las paredes se llenan de vergüenza y me señalan. Todos los objetos me miran. El pecho oprime el alma. Pido perdón, dejo mis sueños en la entrada y me retiro.
En cada pared se esconde una porción de mi ser. Soy la llave.
Alguien golpea la puerta y desespero. No quiero ser encontrado, por nadie, ni siquiera por mi mismo.
Fluyo a la escalera y tropiezo. No cierro los ojos al caer.
Cada escalón hace música con su correspondiente vértebra.
Estalla mi rostro con el piso. Tus besos en mi memoria.
Bebo de mi sangre. Soy dueño de mis vísceras. Lidera el corazón. Abro la puerta.
Un niño acurrucado.
Ese pequeño bulto de sentimientos es lo único que me separa de la libertad.
Elijo abrazarlo.
Caigo de espaldas, sigo dentro de la casa, él se sienta en mi pecho.
Digo: “estás triste”
Dice: “no”
Digo: “estás llorando”
Dice: “no”
Siento la inmensa necesidad de curarlo, cuidarlo. Sus respuestas llegan a mí sin verlo abrir la boca (las verdaderas, no las que dice él)
Acaricio su pelo. Me clava una hoja metálica en la garganta.
Beso sus genitales. Abre con sus manitos niñas mi nuca para vomitar dentro.
A medida que voy sonriendo por saberme satisfecho con la tarea que nadie me pidió, comienzo a nadar en la tierra que me sostenía.
Traspaso el cielo que se llama techo para caer en la barca de Caronte. Le ofrezco mis esmeraldas como pago por el viaje y pienso en el inexorable juicio que me aguarda.
Los ojos que ya no están se abren bañados en confusión.
Es mi cuarto. Es la casa en la que vivo. Soy yo.
Fue un sueño.
No hubo juicio.
Mientras me visto y simulo un desayuno me pregunto si el juicio no habrá existido y yo lo olvidé.
En ese caso conozco el veredicto.
El haberme confesado culpable por amar y proteger a ese niño me condenó a una vida penando.
Lo volvería a elegir.
El colectivo llega sin señoras embarazadas ni ancianas en paradas posteriores.
Yo me pregunto porque creo ayudar a quien no lo pide.
Tengo que sonreír, la vida se sienta al lado mío y me pregunta que hice desde que deje la secundaria.
Yo nunca voy a llegar a deprimirme, mi celular es touch-screen.
Ojala nunca tenga que volver a pensar en esa casa.

3 comentarios:

  1. No sabemos por qué estamos, ni por qué nos iremos. Lo que sugiere que nunca vinimos ni nunca nos iremos: solo cambiamos de estado.
    Aquella muerte que alegoriza Caronte, bien puede ser el nacimiento de un nuevo ser, despojado de los vicios del anterior. Has de ser un niño nuevo. En buena hora.

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  2. Que lindo Lucas.
    Cuidamos al desprotegido y los desprotegidos frágiles terminamos siendo nosotros no?

    Caigo de espaldas, sigo dentro de la casa, él se sienta en mi pecho.
    Digo: “estás triste”
    Dice: “no”
    Digo: “estás llorando”
    Dice: “no”

    El siente?

    éxitos lucas!

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